‘En kayak, con lxs amigxs de /Portuskayak/, hacia la Cueva del Gigante’ // Playa de El Portús / 12.09.2020

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En esta ocasión, ‘CDS’ se dirigió hacia la localidad cartagenera de El Portús, uno de nuestros lugares favoritos; uno de esos tantos ‘lugares que conectan’, que te conectan con tu YO más íntegro, con esa parte de ti que tan solo aparece cuando te alcanza de pleno esa sensación de equilibrio. Es ahí cuando se produce esa explosión de colores intensos que impide que lo grisáceo prevalezca.

La Bahía de Cartagena esconde secretos de esos que, aunque te los cuenten, no los podrás llegar a visualizar por completo hasta que estés con ellos en la retina, frente a frente, cara a cara.

La nueva normalidad tiende a ir rellenando, de una tacada, el mundo de rostros insulsos, indefensos, planos, por lo que una buena dosis de VIDA, en mayúsculas, de este calibre, de ese que te catapulta ‘ipso facto’ a las entrañas del mar, como si de un capuzón inesperado se tratase, sirve para desenmascarar todo aquello que trata de restar de un tiempo a esta parte.

Con todas las medidas de seguridad presentes, recibimos unas recomendaciones para llegar a buen puerto, a esa Cueva del Gigante, de manera satisfactoria: cómo coger la pala, para que el avance sea el máximo posible en cada palada, como girar, como ir hacia atrás en caso de que sea imposible atravesar rocas u otros kayaks, cómo pedir ayuda en caso de mareo o cualquier otro impedimento del destino que te impida continuar con la actividad de una forma plena…, entre otras cositas interesantes.

El vaivén del kayak, en medio de ese mar que parecía querer comunicarse con nosotrxs, sin articular palabra, a base de longitudes de onda marinas, nos hizo adoptar una posición de alerta desde las primeras paladas. Hay quien nace para ser marinero y quien lo hace para quedarse en tierra y ver la aventura con los pies secos. Nosotrxs debemos ser de estos últimos. Con estas líneas, os podéis imaginar el resto…, aunque solo en parte. La historia acabó mejor de lo que en un principio esperábamos.

Como el más allá nos encaminó, y tras una parada en la que pusimos todo nuestro empeño en superar desfases equilibristas y focalizar nuestra vista en el infinito, llegamos al momento del desembarco y comenzó el momento de desafiar a ese gigante invisible, pero poderoso, alto, escarpado, desafiante. Es increíble lo que la naturaleza es capaz de ofrecernos.

Cualquier adjetivo se queda corto ante tal creación. Cierto es que impone respeto, y que la guardia no hay que bajarla nunca cuando la defensa no depende tal solo de ti, pero con precaución, y siguiendo todas las indicaciones de los monitores, todo salió genial.

Una gruta con sifones, embudos y pasadizos te espera con sus aristas preparadas para que te aferres a ellas de tal manera que, como poco, la recuerdes durante mucho tiempo. Tan solo adentrarse en ella, sumergirte y llegar hasta la sala del lago, con la tenue luz de las linternas, ya bastará para ello.

Salimos de allí entusiasmados y con la sensación de haber vivido algo único, mágico.

Los vaivenes del mar, conectados a nuestro debilitado sentido del equilibrio, bien merecieron la pena.

Seguimos el camino y, sin duda, queremos más de ‘esto’ en el mismo.

Seguimos. ¡Hasta la próxima!

-LOCALIZACIÓN.

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